21 de Mayo de 2013

Conforme te involucras en una relación -corazones, finanzas y futuros cada vez más mezclados-, suele hacerse más difícil el manejo de las diferencias:
¿Dónde cedo?… ¿Dónde me afirmo?
¿Qué tanto negocio?… ¿Qué tanto no?
Desafortunadamente, el reto de la intimidad no suele invocar nuestras reacciones más maduras.
A esto hay que agregar que la sexualidad suele calar hondo: El sexo no nada más desnuda nuestros cuerpos, también expone nuestras dimensiones más vulnerables.
Un primer punto que necesitas preguntarte cuando quieres abordar una diferencia en la sexualidad con tu pareja es: ¿de quién es el problema? Si tu pareja está feliz, o cuando menos cómoda con las cosas tal como están, pero tú no, el asunto es muy simple:
El problema es tuyo.
Esto no significa que tú estés mal, que todo sea tu culpa, o que te tengas que aguantar. Lo que significa es que tú tienes que resolver tu dilema; la necesidad es tuya, y nadie más la va a solucionar por ti.
Con esta primera claridad, el siguiente paso es tomar la iniciativa para abrir el diálogo. Aquí pueden servirte algunas recomendaciones:
+ No actúes como si fuera tu trabajo cambiar al otro. Por lo tanto, es una buena estrategia el que evites analizar, aleccionar o adoctrinar a la otra persona.
+ Tampoco como si fuera tu enemigo (aunque a veces el enojo así te lo haga pensar). Por lo tanto intenta no criticar, culpar o amenazar.
+ No te refieras a las diferencias en términos de que está bien o mal, correcto / equivocado, o quien es mejor y quien peor.
+ En contraste, procura mantenerte en un lenguaje en primera persona comunicando tus sentimientos y expresando lo que necesitas:
María, necesito decirte algo. Tengo ciertos valores (necesidades, costumbres, etc.) que son sensibles para mí. Cuando hacemos el amor y tú me pides (…..), me siento ansioso (avergonzado, intimidado, etc.), no es fácil para mí. Me gusta la relación contigo, y te pido que sigamos dialogando y buscando la mejor manera para estar los dos satisfechos”.
Hacer que un encuentro o una relación funcionen, obviamente requiere de cierta generosidad, tolerancia a la diferencia, una disposición a dar y tomar, … y alguna dosis de buen humor.
Necesitamos propiciar el que haya espacio para negociar. Si sientes que no hay esta posibilidad, quizás necesitas reconsiderar tu permanencia en la relación.
En lo personal, yo difícilmente contemplaría el terminar una relación porque siento que mi pareja es más pervertida o más mojigata que yo. Pero definitivamente sí lo consideraría, si siento que acostumbra no tomar en cuenta mis sentimientos y se rehúsa a hacer el más pequeño movimiento en los temas que son importantes para mí.