6 de Noviembre de 2012

Cuando escucho esta canción en la voz de la  inmortal Mercedes Sosa, inevitablemente una sensación de expansión y apertura me invade  (aquí tienes una liga para que tú también la disfrutes)…
http://www.youtube.com/watch?v=Bwa80RofCSM&feature=related
Esa es la cualidad distintiva de la emoción de la alegría: una sensación expansiva que nos abre y nos conecta con lo que está más allá de nuestra individualidad.
Es una emoción que expande tus límites y te invita a la comunión con la vida misma.
La alegría, te invita a mirar hacia afuera con optimismo y esperanza. Si miras hacia adentro sientes una sensación de valía y satisfacción.
Te sientes ligero del corazón, iluminado y en comunión con los demás.
La alegría  te llena de dopamina y  te hace sentir bien.
Así que… ¿Quién podría tener problemas con la alegría? ¡Si ese es el  espacio en el que nos gusta estar!
Pero la alegría  sí tiene un riesgo.
Los Taoistas afirmaban que la alegría es una emoción «peligrosa».  Su peligro radica en la manera cómo nos relacionamos con ella.
Culturalmente tenemos una adicción y una búsqueda compulsiva de la alegría: la correteamos tratando de aprisionarla.
Pero NO es el trabajo de la alegría substituir o desplazar a las emociones que no te gustan; no es su función el reparar una vida infeliz. La alegría no va a hacer por ti el trabajo de construir una vida satisfactoria.
En este sentido sería  querer usar la alegría como se utiliza cualquier droga.
La alegría, como las demás emociones, está diseñada para activarse, tener un momento de experiencia  y pasar.
Si eres un buscador compulsivo de la alegría, esta necesidad pondrá a tu vida en desequilibrio,… tal como sucede con cualquier otra emoción en la que te quedas «atorado».
Paradójicamente cuando te detienes y te permites sentir tus verdaderos sentimientos, la alegría siempre te va a encontrar.