12 de Febrero de 2014

Cuando tenía 11 años de edad comenzó a juntarse con grupos criminales en la zona de Tejalpa, en el estado de Morelos.
A los 13, ya formaba parte de una célula liderada por Héctor Beltrán Leyva.
A los 14, Édgar Jiménez Lugo, alias “el Ponchis”, se convirtió en el “niño sicario”, famoso por aparecer en fotografías y vídeos en internet torturando y degollando a sus adversarios.
Seguramente a ti – igual que mí – una historia así te estremece; ayer Morelos, hoy nuevamente Michoacán… día con día seguimos escuchando y leyendo historias de violencia en nuestro país.
Probablemente también te habrás preguntado:
¿Cómo es posible que los seres humanos lleguemos a estos extremos?
¿De dónde viene este impulso de violencia y destrucción?
¿Cómo se gesta esta capacidad para hacer daño?
Y quizás aun más inquietante…
¿Hasta qué punto dentro de mí también existe algo parecido?
Mi curiosidad o aversión por la violencia, ¿acaso es un eco o una proyección de la misma violencia que veo expresada en otros?
Después de todo, ya nos lo dice el dicho: es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
En CÓRPORE enfocamos el fenómeno de la destructividad humana partiendo de 2 premisas y sosteniendo una esperanza:
Creemos que comprender y transformar la negatividad y la violencia humana es una de las principales tareas dentro del proceso de crecimiento personal.
Y que la capacidad de creación destructiva, es algo presente (a veces solo latente, pero otras crudamente manifiesta) en mí, en ti… en todo ser humano.
Sin embargo, como John Pierrakos (creador de la Core Energética), expresaba en sus clases y con su ejemplo:

“No existe nada tan oscuro o negativo en un ser humano, que no pueda ser transformado a la luz de la conciencia”.