Agobiado por lo que él llamaba  «mis emociones negativas», un discípulo pidió una entrevista con su maestro.
Maestro  -le dijo-  me es muy difícil cumplir con la práctica diaria de meditación y las tareas espirituales que nos has dejado.
Por más que lucho -agregó-  al poco tiempo de estar sentado meditando comienzo  a sentir una irritación que en poco tiempo se vuelve un completo enojo. Y en las prácticas nocturnas suele invadirme el miedo.
Por más que intentó erradicar estas emociones y despejarme, no puedo -comentó el discípulo en tono de queja.
El maestro reflexiono un instante y contestó – Si vas caminando, encuentras una víbora y la tomas con fuerza en tu mano, ¿Cómo supones que la  víbora va  a reaccionar?
Seguramente me va a morder.  Respondió el discípulo.
Y si al morderte tú  aprietas aún más, ¿cuál crees que será  su reacción?
Pues me va a atacar todavía más… la lucha se volvería  más encarnizada.
Pues lo mismo pasa con las emociones que llamas «negativas» – afirmo el maestro- en el momento que luchas con ellas, no haces más que agarrarlas en tu mente, detenerlas y  estancarlas. Irremediablemente comenzarán a morderte.
Si al sentir estas emociones simplemente abres tu conciencia y permites que se presenten y luego pasen, ellas pasarán, pues su naturaleza es fluir, moverse, igual que lo hace una víbora- Respondió el maestro.
Abre tu mano, es decir, tu conciencia; tus emociones «negativas» sólo necesitan un momento de tu atención y tu tolerancia… y luego pasan.

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