15 de Enero de 2013

Venimos de celebrar reuniones y encuentros en donde nos deseamos mutuamente una «Feliz Navidad» o un «Feliz Año Nuevo».

Desear a alguien que tenga felicidad en su vida es una de nuestras mayores muestras de afecto. Pero  ¿Qué es lo que estamos anhelando  cuando deseamos tener felicidad? O en otras palabras… ¿Qué es la felicidad?

En principio me parece evidente que hablar acerca de la felicidad no es tan simple como parece… … para algunos es estar cerca de sus seres amados, … para otros es el logro de una meta deseada, … hay quien la encuentra en vivir la vida como una aventura, … y otros más que la hallan en la quietud y contemplación, … algunos más la atribuyen a su buena suerte, … mientras que otros al trabajo concienzudo y comprometido.

Pareciera que hay tantas posibilidades de ser feliz como personas habitan el planeta. Así que a primera vista, la felicidad parece una experiencia demasiado personal y elusiva para poder ser definida. Al mismo tiempo no hay duda: la felicidad es buena para nosotros y, sobre todo, se siente bien.

El Dalai Lama, agudo observador de la naturaleza humana, afirma:

«Cuanto más voy conociendo el mundo, más claramente resulta qué poco importa cuál sea nuestra situación, ni si somos ricos o pobres, ni si tenemos una buena educación o somos analfabetos, la raza, el sexo, la religión, etc., pues todos deseamos ser felices y evitar el sufrimiento. Todos y cada uno de nuestros actos y, en cierto modo, toda nuestra vida -el modo de vivir que elegimos dentro de las limitaciones que imponen nuestras circunstancias- se puede contemplar como nuestra respuesta individual al gran interrogante que nos espera a todos: ¿Cómo lograré ser feliz?»

(El arte de vivir en el nuevo Milenio).

En este tema no hay respuestas simples. La felicidad es un «viaje» complejo que sólo se va haciendo más fácil en la medida que lo caminamos.

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