Hola,

Cuenta la leyenda que dos agricultores caminaban por un mercado.

De pronto se pararon ante un puesto, sorprendidos por unas semillas que nunca habían visto.

Uno de ellos preguntó:

“Mercader, ¿qué semillas son estas?”.
“Son semillas de bambú. Vienen de Oriente y son unas semillas muy especiales”. Contestó el vendedor.
“¿Y qué las hace tan especiales?”, replicó uno de los agricultores.
“Si se las llevan y las plantan, sabrán por qué”. Para finalizar el mercader afirmó: “sólo necesitan agua y abono”.
Motivados por la curiosidad, los agricultores compraron varias semillas de esa extraña planta llamada bambú.
Al regresar a su tierra, plantaron las semillas y empezaron a regarlas y a abonarlas, tal y como les había recomendado el vendedor.
Pasó el tiempo y las semillas de bambú no germinaban. Mientras tanto, el resto de los cultivos ya crecía y daba frutos.
Uno de los agricultores, desesperado, le dijo al otro: “Aquél viejo mercader nos engañó. De estas semillas jamás saldrá nada”.
Dicho esto, decidió dejar de regarlas y abonarlas.
El otro, en cambio, resolvió seguir cultivando las semillas y no dejó de cuidarlas.
De repente, un buen día, el agricultor se sorprendió al encontrarse con que el bambú había comenzado a crecer.
Su sorpresa no terminó ahí. Después de tan solo 6 semanas las plantas alcanzaron una altura de 30 metros.

¿Como era posible que el bambú hubiese tardado años en germinar y luego, en tan solo semanas, hubiese alcanzado tal tamaño?
Muy sencillo: durante esos años de aparente inactividad, el bambú había estado generando un complejo sistemas de raíces.
Estas raíces eran las que ahora le permitían sostener su asombroso crecimiento.
Me encanta esta historia porque me recuerda lo importante que es aprender a “arraigarnos”.

Arraigo, es un término que utilizamos en Córpore para describir el proceso mediante el cual puedes reconectarte, literalmente, de regreso a tu cuerpo y a la madre tierra.

Pasas muchas horas del día enfocando tu energía en tu mente y en tus acciones externas.

Y así, sin darte cuenta, vas diluyendo la conexión con tu cuerpo.

En contraste, cuando te arraigas te conviertes en un contenedor fuerte que puede experimentar todas las emociones, los impactos que ocurren en tus relaciones con los demás y las impredecibles circunstancias de la vida.

Es más fácil sentirte en tu centro y vivir de manera más segura y productiva.

Si cultivas tu arraigo puedes adquirir las cualidades del bambú: fuerza y flexibilidad.

Afortunadamente, no es tan difícil reconectar con tu cuerpo y con la tierra sobre la que caminas.

Hasta pronto.
Jorge Galindo
Director CÓRPORE
www.corporal.com.mx


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PD.- Hay algo más sobre el bambú: se dice que resiste las más fuertes tormentas y huracanes, ¡ese es el poder del arraigo, tú también puedes tenerlo en tu vida!

Te invito a conocerlo en nuestro taller: Conectando con tu Cuerpo… Conectando con tu Corazón.

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