Muchos de nosotros vivimos con lo que yo llamo el “trauma del conflicto”.

Simplemente, al crecer no tuvimos aprendizajes sanos para manejarnos en situaciones de conflicto.

Aprendiste ya sea a negar el conflicto, con sus irremediables secuelas de silencios y hostilidades encubiertas o, a manifestarlo explosivamente con sus peores consecuencias destructivas.

Partiendo del hecho de que somos individuos diferentes (bien lo dice el dicho: “cada cabeza es un mundo”), el conflicto resulta un aspecto natural e ineludible de las relaciones humanas.

Si frecuentemente estás en conflicto contigo mismo, ¿cómo esperas que no surja conflicto con “otro TÚ”?

En tus relaciones significativas, la pregunta que necesitas hacerte no es si va a haber o no conflicto, sino cómo lo vas a manejar cuando llegue.

  • ¿Cómo mantenerte en un vínculo mientras se procesan las diferencias?
  • ¿Cómo aprender a escuchar con empatía?
  • ¿Cómo tener más claridad en relación al tema relevante y desarrollar tu capacidad de intervenir de manera más precisa?
  • ¿Cómo lograr niveles más profundos de comprensión y cercanía con cualquiera persona que estés dialogando?

Las diferencias y el conflicto son una parte ineludible en toda interacción madura. Las personas necesitamos ejercer nuestra influencia en los otros, expresando nuestras ideas, valores, intenciones o reacciones emocionales.

Aprender a manejarte y navegar productivamente el espacio de diálogo, es uno de los grandes regalos que una relación humana te puede dar.

Si de pequeños fuimos heridos en el contexto de una relación…
…es dentro de una relación que puede ocurrir
la más profunda sanación.

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