9 de febrero 2016

Compasión por ti…    
Imagina que estás solo/a en tu casa,
en el cuarto de junto hay un Bebé.
Es tu familiar cercano:  tu hijo, un sobrino, un nieto.
De repente comienzas a escuchar que el pequeño está llorando…  ¿Qué haces?

Captura de pantalla 2016-02-08 a las 16.17.24

¿Cierras la puerta para que no te moleste su llanto?
¿Le subes el volumen a la televisión?
¿Te pones a llamar por teléfono a ver quién puede venir a atenderlo?
Sinceramente, ¿qué haces?…
Si contestas como la mayoría de las personas a las que he preguntado, seguramente te levantarías para ir a ver que está pasando.
¿En qué lo puedes ayudar?
¿Cómo lo puedes consolar?
De una cosa estás seguro: ignorarlo no va a hacer que desaparezca el problema. Más bien al revés.
Atenderlo te parece de elemental sentido común.
Entonces,  ¿por qué no es tan común ni elemental que cuando TÚ estás sintiendo dolor, tristeza, miedo o cualquiera otro sentimiento “desagradable”, no te prestes atención, no te atiendas a ti mismo?
Obsérvate por un momento.
¿Qué te pasa cuando sientes alguno de estos sentimientos “desagradables”?
¿Buscas distraerte, insensibilizarte (con comida, compras, alguna adicción)?
¿Esperas que alguien venga y te rescate de lo que estás sintiendo?
Bueno, pues… esto equivale a cerrar la puerta… subir el volumen… o  llamar por teléfono a alguien, en el ejemplo del pequeño.
Esas partes de ti que tienen miedo, que están dolidas o que se sienten frustradas, esas partes también necesitan tu atención.
Ignorarlas no va a hacer  que desaparezcan.
De esto seguiremos hablando en el siguiente boletín.
Hasta pronto.
Jorge Galindo
Director CÓRPORE
www.corporal.com.mx
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