22 de Octubre de 2012

Recuerda la última vez que viviste una pérdida o una separación. Permítete evocar por un momento la experiencia…
Si observas tu sensación interna y no te resistes a la vivencia, te darás cuenta que te habita una sensación que en realidad es suave y relajante, la agridulce sensación de la tristeza.
La función de la tristeza es ayudarte a soltar tu apego con personas, cosas, situaciones o ideas (hay expectativas e ilusiones de las que nos cuesta mucho trabajo desprendernos).
Es la señal interna que te avisa que es el momento de soltar y dejar ir.
Es la emoción que te permite relajar tu aferramiento.
La tristeza te invita a detenerte, a sentir los cambios y las pérdidas de la vida, y darte un tiempo para liberarlas conscientemente.
Las preguntas que la tristeza hace a tu vida son:
¿Que necesito soltar, liberar?,
¿Qué aspecto de mi vida necesita ser renovado?
Si no tienes una relación amigable con tu tristeza te será muy difícil identificar qué cosas, situaciones o personas ya no te sirven y es necesario que sueltes.
Cuando te aferras demasiado, no das espacio al proceso natural de cambio y renovación en tu vida.
Esa es la otra función a la que sirve tu tristeza: una vez que sueltas, se crea un espacio, y en ese espacio emerge la  oportunidad de la renovación.
Por eso los regalos de experimentar conscientemente tu tristeza son: soltar, liberar y renovar.
Como cualquiera de nuestras emociones, la tristeza puede convertirse en un estado crónico cuando es reprimida, ignorada o racionalizada. De ahí se alimenta la desesperación, los duelos interminables e incluso ciertas formas de depresión.
Si te permites  vivir el proceso natural de tu  tristeza, sentirás como a través de tu cuerpo fluyen oleadas que van liberando  tu  dolor.
Y si te permites el llanto, sabrás que al final del túnel siempre encuentras la sensación de liberación y renovación.
Tener una relación amigable con tu tristeza,  te ayuda a navegar con mayor facilidad los cambios y desprendimientos inherentes al flujo siempre cambiante de la vida.

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