07 de Febrero de 2012

Acentuado por el frío que hemos vivido en los últimos días, puedes ver a tu alrededor cómo proliferan entre familiares y amigos las enfermedades respiratorias:
Gripas, bronquitis, asma…
Y si bien es cierto que el frío, la polución, y la abundancia de gérmenes facilitan la propagación, también lo es que nuestro cuerpo-mente puede ser resistente o susceptible al contagio.
Esto me invita a reflexionar sobre nuestro sistema respiratorio.
El proceso de respiración es la primera función autónoma que realizamos al nacer, expresa nuestro deseo de vivir, de tomar la vida con autonomía.
En nuestra respiración se reflejan también nuestros estados emocionales:

  • estresados o con miedo se vuelve superficial y corta;
  • en el enojo, rápida y aguda;
  • o se hace profunda y pausada cuando estamos relajados.

La respiración también nos sirve para liberar el dolor, así se utiliza en el parto, o cuando nos quejamos en una caída. Prueba por un momento a inhalar profundamente y sostener el aire adentro, muy pronto sentirás el impulso de soltar el aire, de gritar.
Así es que esta congestión en tus vías respiratorias, quizás es la expresión de algún grito contenido, en especial una tristeza o dolor, una separación o pérdida. Quizás es  la señal que te invita a revisar…
¿Cómo me estoy sintiendo en mis ganas de vivir?
¿Cómo me siento en mi capacidad de tomar de la vida?
¿Me está costando trabajo sentirme seguro o segura en la vida?
Cuando la afectación parece sofocarnos, podemos preguntarnos si alguna situación o persona está oprimiéndonos de alguna forma…
¿Siento amenazada mi autonomía o mi poder personal?
¿Me siento «ahogado» frente a una decisión?
¿Me siento abrumado por mi trabajo, mi jefe, o demasiadas cosas que hacer también en casa?
Respiración y espíritu comparten la misma raíz latina spirare,  al respirar lleno mi cuerpo de vida,  al inspirarme lleno mi alma de ganas de vivir; sin respirar nuestro cuerpo muere, sin inspirarnos nuestra alma también.

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