Imagínate viviendo la siguiente escena:

Fuiste injustamente condenado, después de un severo castigo físico; a la mañana siguiente te exhiben entre multitudes, las cuales, se burlan y te abuchean. Finalmente, eres clavado en una cruz y mueres lentamente por asfixia.

¿Cómo crees que hubieras reaccionado a este doloroso proceso?

¿Qué hubieras pensado, sentido y dicho en una situación similar?

¿Cómo reaccionas hoy día cuando crees que se te trata con injusticia?

O cuándo has padecido un castigo arbitrario…

El evangelio de Lucas no es más elocuente al respecto, pero sí subraya que en el momento de ser elevado en la cruz, Jesús el Cristo pronunció estas palabras:
 
 
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

¿Cuál puede ser la enseñanza contenida en este pasaje final?

 

Dentro de los cultos Judeocristianos, así como en otras religiones, tienen gran peso las ceremonias llamadas: “rituales de sacrificio y transformación”. Hace 2000 años estos implicaban ofrecer a los dioses el sacrificio de animales.

¿Por qué tomar algo de cierto valor, matarlo, quemarlo, etc. y ofrecerlo a la divinidad?

Sencillo: para obtener alguna gracia.

El sacrificio era un paso necesario para propiciar la transformación de algo de menos valor en algo de más valor. Si se ofrendaba algo, a través de la fe y el rito, se esperaba que la divinidad concediera algo de mayor valor, es decir, se esperaba ganar algo.

Pero Jesús el Cristo llegó a transformarlo todo con una prédica revolucionaria para la época: reemplazar el ritual de sacrificar animales por una expiación personal. En vez de una acción externa, realizar un proceso interno.

En este nuevo paradigma espiritual, tú ofrendas algo de ti mismo para ganar luz o gracia. Enfocas algo dentro de ti (generalmente un rasgo destructivo) y lo pones en el altar de la conciencia con la intención de ser transformado. Esta forma de ritual de sacrificio y transformación, fue el elemento central en el proceso y muerte de Jesús el Cristo. Incluso puede verse como la ultima y suprema lección que nos regaló.

Arrestado sin causa clara; sentenciado injustamente, abandonado por sus seguidores y amigos, humillado, torturado, para finalmente ser clavado vivo en una cruz. Es decir, tuvo TODAS las razones imaginables para reaccionar desde el odio y el reclamo; sin embargo, pudo ofrendar su experiencia humana, y en su ritual de sacrificio y transmutación convertirla en 8 palabras:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
Hasta entonces los Dioses, (incluido Yahvé, el Dios de los Judíos), manifestaban su justicia castigando y destruyendo a los pueblos. Jesús el Cristo, en cambio, con su muerte nos mostró otro camino: la justicia de Dios se manifiesta en su misericordia, la salvación se alcanza a través del perdón.

Estamos ya en la Semana Santa, tiempo de descanso, pero también de introspección. Espero que tú también puedas vivir ambas.

Hasta pronto.

Jorge Galindo
Director CÓRPORE
www.corporal.com.mx

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