8 de Abril de 2014

Imagínate por un momento en esta escena:
Fuiste injustamente condenado, después de una noche de severo castigo físico, te pasean entre multitudes que se burlan y te abuchean. Finalmente, eres clavado en una cruz para morir lentamente y por asfixia.
¿Cual crees que hubiera sido tu reacción en este doloroso proceso?
¿Qué hubieras dicho, pensado, sentido en una situación similar?
¿Cómo reaccionas cuando crees que se te trata con injusticia?
O cuando has padecido un castigo arbitrario…
El evangelio de Lucas no es más elocuente al respecto, pero sí subraya que en el momento de ser elevada la cruz, Jesús el Cristo pronunció estas palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Cual puede ser la enseñanza contenida en este pasaje final de sacrificio?
Los rituales de sacrificio y transformación son centrales en los cultos judeocristianos (y en otras religiones, ya que son un arquetipo espiritual). Hace 2000 años, era una práctica común en las religiones (incluido el Judaísmo), el ofrecer a los dioses el sacrificio de animales.
¿Por qué tomar algo de cierto valor, matarlo, quemarlo, etc. y ofrecerlo a la divinidad?
A cambio de su favor, para obtener alguna gracia.
El sacrificio era visto como un paso necesario para propiciar la transformación de algo de menos valor en algo de más valor. Si se ofrendaba algo de valor -a través de la fe y el rito- se esperaba que la divinidad concediera algo de mayor valor aun. Se esperaba ganar algo.
Pero Jesús el Cristo llegó a transformarlo todo con una prédica revolucionaria para la época: reemplazar el ritual de sacrificar animales por una expiación personal. En vez de una acción externa, realizar un proceso interior.
En este nuevo paradigma espiritual, tú ofrendas algo de ti mismo para ganar luz o gracia. Enfocas algo dentro de ti (generalmente un rasgo destructivo) y lo pones en el altar de la conciencia con la intención de ser transformado.
Este ritual de sacrificio y transformación, fue el elemento central en el proceso y muerte de Jesús el Cristo. Incluso puede verse como la ultima y suprema lección que nos regaló.
Arrestado sin causa clara… sentenciado injustamente… abandonado por sus seguidores y amigos… humillado… torturado… y, finalmente, clavado vivo en una cruz.
Es decir, tuvo TODAS las razones imaginables para reaccionar desde el odio, el reclamo, o cuando menos desde el juicio o el reproche. Sin embargo, pudo ofrendar todas estas reacciones humanas (que me imagino en algún nivel experimentó), y en su ritual de sacrificio y transmutación convertirlas en 8 palabras:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
Hasta entonces los Dioses, (incluido Yahvé, el Dios de los Judíos), manifestaban su justicia castigando y destruyendo a los pueblos. Jesús el Cristo, en cambio, con su muerte nos mostro otro camino: la justicia de Dios se manifiesta en su misericordia, la salvación se alcanza a través del perdón.
Ya viene la Semana Santa, tiempo de descanso, pero también de introspección. Hoy día me siento conciliado con ambas, espero que tú también disfrutes tu Semana Santa.

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