9 diciembre 2014

El 13 de mayo de 1963 dos bombas explotaron en Birmingham, Alabama.
La primera en el hotel donde se hospedaba Martin Luther King. La segunda en casa de su hermano. El movimiento por los derechos civiles estaba en su punto álgido.
Días mas tarde, y a punto de iniciar su famosa marcha sobre Washington, se le preguntó al líder si no se sentía intimidado por estos acontecimientos. Él respondió: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda”.
Esta historia me hace pensar en la indignación y enojo que escucho a mi alrededor en estos días, sobre la situación que vivimos en nuestro país.
Indignación que yo también siento al conocer las respuestas del gobierno y de nuestra llamada “clase política” frente a la agitación social que padecemos.
Me indigna la forma esquiva y calculada con la que intentan evadir responsabilidades frente a la corrupción e impunidad que asoma detrás de la “Casa Blanca” de la familia presidencial. Misma que permea y termina alimentando la inseguridad y violencia que vives en tu ciudad, en tu calle… y que también hizo posible que un presidente municipal en Guerrero actuara como señor feudal, dueño de vidas y haciendas. Este no fue un “error” del sistema fue, simplemente, la expresión más brutal de su descomposición.
La indignación y el enojo, como ya señale en otro boletín, son en esencia “los guardianes del honor”.
En el fondo es una energía que busca proteger y cumplir con una necesidad que es legítima: tu propia seguridad.
La naturaleza del enojo te ayuda a poner un límite frente al abuso. Es la fuerza indispensable para cuidarte y protegerte, para defender tus derechos. Es el ímpetu que sostiene tu salida al mundo para obtener lo que necesitas. El enojo auto afirmante en esencia es un impulso a favor de la vida.
Sin embargo, el enojo también tiene sus riesgos.
Si no logras canalizar su energía, se transforma en rabia impotente, y todo su potencial constructivo simplemente se estanca y se revierte.
Observa si no estas teniendo alguno de sus síntomas: cinismo, cierta amargura, e incluso desanimo y depresión.
El otro riesgo es que te dejes gobernar por la rabia destructiva.
El enojo reactivo que sólo busca vengar el daño recibido. Que usando como justificante el “ojo por ojo”, se siente con derecho de vulnerar y destruir el derecho de los demás.
Si violentas a quienes están a tu alrededor para que “abran los ojos”, no ganarás mas adeptos a tu causa.
Si tu estado de animo predominante es la indignación y el enojo, canalízalos como enojo auto afirmante.
Usa su fuerza para exigir que se ajuste el rumbo de este país hacia la legalidad, y se desarrollen los esquemas y reglas del juego que garanticen la rendición de cuentas y la transparencia.
Infórmate, desarrolla tu juicio critico e identifica los puntos neurálgicos en donde se requiere incidir para el cambio… únete a otros y participa en acciones concretas.
No soy un experto en política, pero sé que sólo desde la sociedad civil, esa de la que tú y yo somos parte, vendrá la respuesta.
Decía la madre Teresa de Calcuta:
“No tenemos la solución a los problemas del mundo en nuestras manos. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos…»
***************************************
Si tu agitación interna por momentos te resulta difícil, permíteme apoyarte con estrategias e intervenciones que ya he publicado en otros boletines.
Este puede ser un buen momento para repasar (o conocer) recursos que ya están disponibles para ti. Puedes visitarlos en nuestro blog. Te recomiendo en particular los siguientes:
También Siembra Flores…
Respiración de Transformación
 
 

× ¿Cómo puedo ayudarte?